lunes, 5 de enero de 2015

Tierra de Nadie.

Tierra con las venas descubiertas, chorreando carmín muerte a sus hijos que la reciben con la boca abierta, abierta en grito de desesperación, bebiendo su desdicha y su condena: la maldición de matar a una madre y volver a por más.
Voces silenciadas, savia impregnando el yermo y herido suelo de nuestras conciencias; cantos quebrados de pájaros mutilados, sus ojos huecos y un nido roto en su corazón.
El agua brava intentando abrirse paso, recuperar lo que es suyo, con su negra mancha sobre el lomo afixiándose, buscando romper los diques y purificarse.
El sol quemando tu piel, como un hierro marcándote. Aire sucio y podrido te cala por dentro, como un amante que te daña pero necesitas para vivir.
Cascadas que lloran, bosques demasiado viejos que han aprendido lo suficiente de nuestros errores. Pero nosotros no escuchamos, somos como truenos haciendo estremecer las esporas de los helechos. Las lombrices se esconden a nuestro paso, nuestro hogar nos odia. Explotamos, cortamos, asesinamos, arrasamos y luego, nos quejamos. Y mejor olvidarnos, comprar cosas vacuas y refugiarnos en nuestras colmenas como abejas asustadas y mutiladas. Robamos y nos vuelven a robar. Nos hemos inventado una nueva cadena trófica con la que justificar todos nuestros crímenes.
Pero no tenemos perdón.
Fotografía de A.G.F.

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