miércoles, 10 de julio de 2013

Vida.

Hemos olvidado nuestra condición de seres vivos. Tenemos tantos objetos que se mueven, tantos aparatos que nos hablan, tantos muebles mullidos sobre los que apoyarnos, que hemos olvidado que todo eso no es vida. No, la vida es mucho más allá. No me vale la analogía de la mente-ordenador, no me va eso de que el cuerpo es como una máquina y los médicos ingenieros. En absoluto es así. Estamos menospreciando nuestra propia magia y la de toda la vida que nos rodea en este maravilloso planeta. Nos creemos que dependemos de una papelitos de color verde, azul o lo que sea. Bueno, quizás algunas mierdanecesidades creadas sí dependan de ellos, quizás nos creemos que aquello que hace latir nuestro corazón sólo puede comprarse: comida, una casa, medicamentos, ropa...

Y lo que realmente necesitamos es tan simple, nos llena tantísimo y nos hace vibrar de tal forma, que ni siquiera nos percatamos de que ahí se encuentra. Respiramos, segundo tras segundo, el aire nos invade; el latir de nuestro corazón, poderoso, metafórico de lo más grande y bello de este universo: el amor; nos nutrimos, nuestras células viven de una forma milagrosa. Y todo ello tiene sentido porque existe el azul del cielo, porque sentimos el calor del sol en nuestros hombros, una sonrisa amable por la calle, un abrazo inesperado de un amigo al que te encuentras en la esquina donde quedabais siempre; un beso tierno, infantil y apresurado en la mejilla que hace que el café se derrame por la mesa; pintar, escribir, hablar, tener personas a las que poder decir "te quiero" aunque no lo hagas porque tus ojos hablan los que tus labios callan, tener la certeza absoluta de que tus padres darían su vida por ti de la forma más generosa y preciosa que existe.

El calor de una manta y unos brazos rodeándote por detrás, apretujados en el sofá, hablando del futuro, del olor de su cuello, de la VIDA. Un bebé que sonríe a su hermano mayor, una pareja de recién casados, una anciana que se encuentra en paz consigo misma.

El sabor de los tomates de huerta, el olor de la sal del mar, el arena que se te mete entre los dedos de los pies. Las sardinas asándose en las barcas a la orilla del mar y tú paseando con la sonrisa en el rostro.

El gesto torcido de dolor en la cara de un niño en el hospital que se ve disipado por una joven que entra con regalos y amor para él. Y la paz de sus padres al ver que, a pesar de todo, su hijo es feliz.

Un cuadro recién nacido de las manos de un pintor que se rebeló ante todo para conseguir su sueño, aunque tuviera que vivir entre cartones un año entero.

Simplemente, dar un paseo, sentir tus músculos moverse, saborear el Mundo.

Señores, se nos olvida que, para vivir, primero hace falta VIVIR.

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