domingo, 30 de diciembre de 2012

Segunda estrella a la derecha


Eres mi segunda estrella a la derecha. Esa a la que de pequeños todos volamos, con campanilla y su polvo mágico de hadas, aquel lugar donde refugiamos nuestro inocente corazón de niño, donde se posan nuestros tiernos ojos melancólicamente abiertos al presente, sin saber el futuro que les pueda esperar, sin preocuparse por absolutamente nada, tan sólo contemplando el tililar del astro, su luz, su brillo, su magia. Y cuando tus dedos se posan sobre mi mejilla, apartándome el pelo de la cara, te aseguro que me elevo contigo hacia el cielo y vuelvo a ese paraíso encantado, donde todo es posible y nada es descabellado, donde somos capaces de luchar contra los piratas más fieros. ¿Te imaginas poder estar allí día tras días? Seríamos los amos del mundo, nada nos asustaría, esta cruda realidad que a veces se nos asemeja “vida” no sería más que un triste juego “de mayores” y tú y yo, moveríamos los hilos. Seríamos como críos en una casa de muñecas. ¿Te imaginas…?
Yo no me imagino, me cansé de inventarme mundos perfectos, idealismos irresolubles, planes inalcanzables, tan sólo para acallar mi amargura interior. Desde que has llegado, no tengo necesidad de teletransportarme a cuentos de hadas con un final marcado por perdices, no necesito de juegos, fábulas o varitas mágicas que me concedan deseos. No, porque tú en ti mismo, eres mi historia de amor personalizada, el relato que necesita mi yo de 3 años interior y el futuro del mañana de la mujer de 21 años que seré.
¿Crees que exagero? Mírame a los ojos y dime si lo que callo, acaso no es más potente que lo que escribo. Pues quienes me tildan de romántica empedernida, de soñadora sin almohada, cuando me preguntan  por ti tras haber leído mis moñerías, en ese momento, cuando por unos segundos mi corazón se paraliza recordando tus ojos, en esos instantes en los que mi nuca se eriza por recordar su aliento hablándola, tus manos en mi espalda, tus labios en mi cuello, tu sonrisa con espuma de cerveza riéndome… Ahí, sólo con ver mi mirada de enamorada, todos pueden comprenderlo por un momento y volver, así, como cuando eran niños, al mundo de Peter Pan que todos inventamos.


viernes, 28 de diciembre de 2012

Ven, joder.


Joder, ven. Ven a mí. Dame órdenes, ponme a tono, ponme contra la pared o encima de la mesa. Ponme, ponme, ponme… que no hace falta ni que me toques, que tu simple mirada hace que nazcan en mí oscuros deseos, que me tomen los innatos impulsos animales que me llevan a desgarrarte con mis dientes, con mis manos, el pantalón y el alma.
Ven, atraviésame con tu misil. Explosióname, hazme estallar en miles de millones de estrellas fugaces. Dame de beber y de comer, pero nunca me sacies. Porque no puedes, porque yo SIEMPRE voy a querer más, tengo un hambre de ti incesante. Tengo hambre de mi hombre, sed de tu sudor, necesidad desesperada de tus caricias y de tus uñas tatuándome el amor y la pasión en la espalda y en los glúteos. Muérdeme, déjame marcada, úsame y dame la vuelta a tu antojo. Tápame la boca para que yo pueda lamerla y así te des cuenta de que mis gritos, no se pueden tapar.
Y cuando llegue al clímax, cuando tú estés a punto de derrumbarte sobre mí, cuando tu leche asome la primera gota antes de ser derramada…mírame. Clávame tus ojos en mi amor descontrolado; crearemos un filo hilo, apenas perceptible pero indestructible. Es la conexión de quienes se follan como desconocidos amándose como los protagonistas de Romeo y Julieta o Cumbres Borrascosas. Ellos se unieron en fatal destino y muerte pura y amor no concluido, mientras que nosotros lo hemos dotado de vida, la más verdadera vida que nunca pueda haber, la vida desnuda como nuestros cuerpos, con las más oscuras y bajas pasiones y los más elevados y celestiales sentimientos. Y entonces, se cambiarán las tornas: nos haremos el amor como quinceañeros de la aristocracia francesa del siglo XVIII, de forma sutil, tímida, inocente, poco sabia… y nos charlaremos, nos contaremos, nos reiremos como colegas con su ron-cola en un bar jugando al billar.
Y vuelta a empezar. Porque somos la perfecta combinación de todos los “te amo” que nos decimos y que llevo cosidos a mis muñecas y de todas las marcas de los dientes que escondo en mi cuello. Somos un todo en muchos fragmentos que se entremezclan, se entrelazan, se lamen y se separan, pero nunca del todo. Eres perfecto en todas tus facetas, en todas tus gotas de saliva que quiero que formen océano en el pozo de mi ombligo; en todos los ataques de risa que nos entran desnudos en la cama, sin importar el frío que haga fuera; eres único en todo.
Dios, ven aquí de una vez.


Sumamos infinitos

Te veo en todos sitios y en ninguna parte. Te veo en el sonreír puro y genuino del niño jugando en el tobogán, en el abrazo cálido y pasional de unos adolescentes en un rincón, en el chico que escucha en el banco a su abuelo contar historias; te siento en todas y cada una de las palabras de amor escritas, dichas y calladas, en cada cuaderno de Dalí con Gala de protagonista, en cada acorde de Ludovico; te amo en cada mañana soleada y en cada gris tarde, en todas las noches de Madrid sin estrellas, en todas las cervezas de las terrazas, entre mis sábanas...
Y al mismo tiempo, no estás en ninguna parte porque, aunque te llevo siempre conmigo, tú trasciendes absolutamente todo. Eres mucho más que la suma de pequeñas partes y, sobre todo, tú y yo juntos sumamos mucho más que dos.




Adiós

¿Me recuerdas en algún momento? Supongo que conscientemente, no, no te molestarás siquiera en evocarme y paladear todo ese tiempo que pasamos juntos, como si así pudieras borrar mis huellas dactilares de tus poros y mi saliva que aún debe humedecer tus labios. ¿Y entonces qué? ¿En todo ese tiempo no viviste? Porque por unos momentos, parte de vida era nuestra, aunque quieras negarlo. Claro, que con ese oscuro agujero que adorna el lugar donde debería estar tu corazón, es más que probable que nunca hayas vivido de verdad, y que jamás vayas a hacerlo.
Pero me niego a conformarme con que esa sea la verdad, a que todo se reduzca a que ya no existo para ti. En algún momento, en tu fuero más interno, en tus entrañas más carnales, tienes que sentirme, has de hallarme. Aunque sea en otros ojos verdes como los míos, en otra chica con el pelo recogido en un moño como el mío, en otra inocente que te diga " te quiero " como yo solía hacer. Y así, espero que te des cuenta de que en todos esos detalles en lo que estoy yo, YO NUNCA VOLVERÉ A ESTAR.



martes, 25 de diciembre de 2012

No hay título para Él.


Hoy llueve. El sol se está tomando unas vacaciones, está acurrucado entre las nubes, descansando de su vital cometido. Pero, aunque para todos sea él quien hace posible nuestra existencia, en mi caso particular, no es así. Yo no dependo de él. Antes, mi estado de ánimo solía cambiar a su voluntad: si salía, yo era feliz a pesar de todo; si se escondía, no era feliz a pesar de nada. Ay, me encantaba y odiaba mi bipolaridad común e idiosincrática. Pero ya no, me agoté de no tener el control, me agoté de encerrarme en gotas empapando mis ventanas y mis cuadernos, me cansé de no ver luz más allá de sus rayos.  Pero eso, que yo YA NO dependo de él, he encontrado otra estrella a la que seguir…
Pero, finalmente, no fui yo quien decidió. Una vez más, yo formulé la respuesta y no pude encontrar la pregunta. Pero aunque no sea yo quien le ha dado sentido a mi propia vida, Sócrates mi hizo descubrir la verdad que siempre había estado ahí, mi verdadero camino. Y una cosa sí, no sé de dónde saqué la volición, pero fui yo quien usó mi libertad; yo decidí encaminarme a él, yo di el paso y me arriesgué como hacía años que no hacía. Puse mi libertad a su merced, abrí mi corazón o, más bien, me lo arranqué del pecho a cachitos como estaba guardado, cogí sus manos, y…y lo dejé ahí. Y bueno, qué decir que me quedé ahí esperando, móvil en mano (es que hoy en día, por muy valientes que nos creamos, hay que reconocer que las tecnologías nos salvan el culo a la hora de decir cosas importantes)…¿por dónde iba? Ah,sí, eso. Que me quedé ahí, móvil en mano y con el hueco enorme en mi pecho vacío. Y de repente, me devolviste uno de mis pedacitos y me hiciste llorar, por primera vez desde hacía mucho, de auténtica vida y felicidad. Y fueron pasando los días y no sólo me recompusiste el alma y el amor, sino que me envolviste en paz , ternura y seguridad.
Y ahora mismo, mi Sol está viniendo hacia mi casa y os aseguro, que las nubes se van abriendo a su paso.