domingo, 8 de febrero de 2015

Dentro de mí.

Tengo algo así como una termita
aquí
por dentro moviéndose
me come y se guarece en mí.
Me remueve a mí, que soy su cueva
y yo la odio a ella, que es mi huésped.

Aún no le he puesto nombre;
a veces, se me parece nostalgia
otras en cambio, ímpetu atrapado.

Muta y se transforma
para no darme tregua.
Mariposa y la cazo
y entonces, lombriz que se cuela por la red
y se hunde en mi pecho.
Otras, pájaro de alas grandes
y garras fuertes clavadas en mi espalda
que me eleva para dejarme contemplar
el horizonte más allá de la jaula de mis ojos
para después, dejarme caer y que la gravedad
me rompa en mil pedazos.
Y tenerme que volver a curar
mientras ahí, su ojo brillante, me vigila paciente
lamer mis heridas y encajar las piezas sin pegamento
y con miedo.

Es como un torpe duende
martilleando mis costados
intentando ponerme en horas
tic, tac
y yo un cuco que no sigue el compás.

Otras, polvo de hadas
sobre mi pesado cuerpo
levanta mi espíritu
y me corona en la noche estrellada.

Muchas, dos fieras peleando en mi estómago
sin maldad
sólo por naturaleza
arañando mis recónditos huecos
jugando con mi alma
como si de una pelusa se tratara.

Dos u ochenta.
Tantos segundos como tiene una vida
arrancada de la tierra antes de tiempo.
Pero yo florezco
a pesar de todo, florezco
y mis pétalos son míos
no un juego en un parque por amor
y mi tallo se erige orgulloso
se dobla pero no se parte
sangra y renace.

Raíces soberbias, grandes y pequeñas.
Raíces de rabia.
Raíces rabias.
Raíces llenas de termitas.
Raíces llenas de esperanza.

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