A veces tu ausencia
me da de lleno en el estómago,
golpe mortal fabricado a través
de noches soñando tu pelo,
de besos al aire, de susurros
sin cauce.
Entonces me ahogo y te llamo,
a ti, con el último soplo de
aire, que no de Vida, no;
porque Vida eras tú, de la
cotidiana, la de detalles
tendidos en las cuerdas del patio.
A veces consigo recuperar el
aliento justo en el último
instante, en que a punto
estoy de rendirme ante tu
ausencia eterna. Justo entonces,
en alucinaciones de poesía mortal,
tu luz se me aparece, mis
manos sienten de nuevo tu tacto.
Y así consigo amanecer otra mañana,
sin ti y llena de tu Nada.
Sin embargo, a veces deseo
fervientemente que, por fin,
tu no estar me gane la batalla
y yo pueda, en pérdida absoluta,
derrumbarme ante tu recuerdo.
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