Joder, ven. Ven a mí. Dame órdenes, ponme a tono, ponme
contra la pared o encima de la mesa. Ponme, ponme, ponme… que no hace falta ni
que me toques, que tu simple mirada hace que nazcan en mí oscuros deseos, que
me tomen los innatos impulsos animales que me llevan a desgarrarte con mis
dientes, con mis manos, el pantalón y el alma.
Ven, atraviésame con tu misil. Explosióname, hazme estallar
en miles de millones de estrellas fugaces. Dame de beber y de comer, pero nunca
me sacies. Porque no puedes, porque yo SIEMPRE voy a querer más, tengo un
hambre de ti incesante. Tengo hambre de mi hombre, sed de tu sudor, necesidad
desesperada de tus caricias y de tus uñas tatuándome el amor y la pasión en la
espalda y en los glúteos. Muérdeme, déjame marcada, úsame y dame la vuelta a tu
antojo. Tápame la boca para que yo pueda lamerla y así te des cuenta de que mis
gritos, no se pueden tapar.
Y cuando llegue al clímax, cuando tú estés a punto de
derrumbarte sobre mí, cuando tu leche asome la primera gota antes de ser derramada…mírame.
Clávame tus ojos en mi amor descontrolado; crearemos un filo hilo, apenas
perceptible pero indestructible. Es la conexión de quienes se follan como
desconocidos amándose como los protagonistas de Romeo y Julieta o Cumbres
Borrascosas. Ellos se unieron en fatal destino y muerte pura y amor no
concluido, mientras que nosotros lo hemos dotado de vida, la más verdadera vida
que nunca pueda haber, la vida desnuda como nuestros cuerpos, con las más
oscuras y bajas pasiones y los más elevados y celestiales sentimientos. Y
entonces, se cambiarán las tornas: nos haremos el amor como quinceañeros de la
aristocracia francesa del siglo XVIII, de forma sutil, tímida, inocente, poco
sabia… y nos charlaremos, nos contaremos, nos reiremos como colegas con su
ron-cola en un bar jugando al billar.
Y vuelta a empezar. Porque somos la perfecta combinación de
todos los “te amo” que nos decimos y que llevo cosidos a mis muñecas y de todas
las marcas de los dientes que escondo en mi cuello. Somos un todo en muchos fragmentos
que se entremezclan, se entrelazan, se lamen y se separan, pero nunca del todo.
Eres perfecto en todas tus facetas, en todas tus gotas de saliva que quiero que
formen océano en el pozo de mi ombligo; en todos los ataques de risa que nos
entran desnudos en la cama, sin importar el frío que haga fuera; eres único en
todo.
Dios, ven aquí de una vez.
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