miércoles, 3 de junio de 2015

Sin medida.

Amas sin medidas. Amas hasta que revientas la caja de cristal que te guarecía, cada afilada astilla clavándose en tu piel, haciendo herida, dejando cicatriz. Y te lames como una perra pulgosa, callejera en el boulevard de las despedidas y de los sentimientos callados que reventaron tu alma en una explosión que brotó por tus poros como veneno de lluvia ácida. Sin límites, sin palabras, sin fechas, sin motivos, sin lógica, sin tempo ni compás. Nada en lo que encasillar todo lo que no puedo mencionar, aquello que se escapa como diminutas gotas de saliva por mis comisuras, por mis piernas, al verte remover el pelo y cerrar la mirada al paso de las estaciones. No quiero decir "algún día te darás cuenta" porque quizás ni yo misma lo llegue a hacer; quizás no sea capaz de reconocerme cuán importante has llegado a ser sin pretenderlo mientras yo lo negaba a cada suspiro de nuestras respiraciones aceleradas; puede que mil cosas te hayan dejado de importar y yo sea tan sólo una hormiguita aplastada bajo el peso de los años, de los miedos, de las pesadillas y las experiencias clavadas como estacas en la espalda, quebrándote el espíritu y el anhelo de la esperanza.

La locura de sentirme nudo entre tus manos, pequeño cobijo para las llagas del dolor y las mentiras acalladas. Mentiras para mi, pequeños regalos ensartados que me he ido haciendo día a día por negarme (te) a reconocer que puedo seguir siendo yo, pero queriéndote a ti. Que me da pánico amar (te) cuando aún no he aprendido a amarme yo y mi corazón es frágil como el diamante y corta, me daña y tienes miedo de que te parta en dos, de cogerlo entre tus manos y lanzarlo a la basura. Y sin querer, sin percatarte siquiera, lo has lanzado todo por la borda. Zasca. Polizón que decidiste que no llegaría a buen puerto por no descubrirlo, por no disfrutar del viaje, con sus mareas y sus tormentas, su sal en las heridas, su calma de brisa.

Hasta qué punto podré no ponerte límites mientras intento imponérmelos a mí misma. Cuándo dejaré de decirte "sí" para empezar a decirme "no" porque necesito que me arropes, necesito que me abraces por detrás y me beses el cuello y sentir que todo va a ir bien aunque nuestro interior esté a punto de explotar por la pasión contenida y los miedos inconfesables. Necesito no esconderme al otro lado de la cama, no sentir que me miras como un foco descubriéndome en la oscuridad, interrogatorio a todas mis creencias y convicciones.

Amar sin medida, sin rumbo, sin cauce, sin dirección. Con los ojos cerrados y las manos atadas a la espalda, sable en la boca y la congoja galopante en el pecho al no saber tu próximo movimiento.

Quizás no sepa amarte de otra forma.
Quizás simplemente, no pueda amarte de otra manera. Quizás el ímpetu de tus sienes sólo invita a esto, a que te escurras entre mis manos y por el sudor de mi espalda y te vayas, te vayas como el cauce del río que no tiene más remedio que ir al mar, a la Libertad, al Adiós.

Y tu corriente yo sigo...

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